Púchica jueves 29 09 05

Independencia de los Altos

Hace exactamente una semana, el columnista Méndez Vides (El Periódico) dejó ver su temor de que Guatemala pierda al occidente “como perdió a Chiapas, Belice y una parte de El Salvador”. Sin embargo, el periodista identifica dos causas para lo que lo atemoriza: lo relegada que ha estado la región al punto de ser más fácil llegar a El Salvador que a Huehue, San Marcos o Xela, y la continua represión histórica hacia sus proyectos, como el Estado de Los Altos, reincorporado por la fuerza, o el Ferrocarril de Los Altos, desmantelado por Ubico a pesar de haber sido construido con plata del pueblo (hay que recordar que para llevar a cabo el proyecto se implementaron impuestos locales, como el de un peso por cada botella de licor). Fue el mismo Ubico quien mando a demoler los monumentos y recuerdos del Sexto Estado, afortunadamente sin éxito total.
Una independencia no es viable, ni siquiera lógica.
El mundo tiene hoy la tendencia de los grandes bloques y los tratados de libre comercio dan tan pocas libertades que los estados pequeños, aquellos que no tienen un mercado capaz de imponer condiciones, están destinados a sucumbir.
En vez de fraccionar más los territorios, hay que concluir la integración centroamericana, pues por otro lado, la tendencia actual en el mundo es la de sistemas descentralizados.
Sabia era la Constitución de la Federación de Estados Centroamericanos, de hace más de ciento cincuenta años, en que quedaba establecida la posible conformación de nuevos Estados dentro del territorio de otros, gracias a la cual fue posible el Estado de los Altos. Eso demuestra que realmente nuestra región nunca fue un país independiente, sino un Estado autónomo más, perteneciente a una federación. Eso será urgente mientras sigamos dependiendo de las postergadas prioridades gubernamentales para nuestra área. Pero también hay que hacer del istmo una herramienta didáctica para los gringos y para el mundo entero. Hay que enseñarles que el mundo sería mejor si en los negocios hubiera justicia, y Centroamérica puede lograrlo a través de una unificación honesta y sin otro interés que el bienestar de los centroamericanos.