3/1/12

Fauces históricas

Fueron largas horas las que sucumbí, durante las últimas semanas, mientras desentrañaba pesadas hojas de un libro atormentador –Negreaba de Zopilotes, de Ricardo Falla-, y cortos minutos en recorrer otra faceta de la revoltosa historia del último siglo, o un poco más –Esquisses, de Enrique Gómez Carrillo-.

Dos aberturas extremas, opuestas, que las letras impresas me han regalado como patrimonio próximo en este inicio de año. Empiezo la cuenta regresiva para el final de esta era, con un bagaje un tanto atormentador, que en ambos casos cuestiona irremediablemente las variantes en que se puede ser guatemalteco.

Esquisses se remonta a 1892 y constituye la primera publicación de Gómez Carrillo, editada en un Madrid difícil de imaginar para quienes no nos hemos adentrado en el extranjerismo propio de los “grandes intelectuales” que la élite cultural de nuestro país ha ufanado. Si bien tal extranjerismo tiene bases comprensibles, y aún vigentes, que condicionan el éxito artístico en su sonoridad dentro de los ambientes internacionales según la moda de la época (“Así es París” dice Enrique, “más que el amor de las letras que desde fuera se le supone, ha tenido siempre el amor de la moda”). Pero no sólo de moda se trata el asunto. También se trata de egocentrismos, de ese sentimiento de superioridad que surge en un literato o creador cuando asume su estatus “alto” que le permite, por un lado la privilegiada formación académica, y por otro la emigración transcontinental (no en 2012 en que el mundo se ha achicado sino en épocas de largos viajes a vapor). Ese egocentrismo tiene un factor determinante y es el del poder que da “citar” como demostración de lo que se conoce, pero aún más presumir de los personajes “de moda” que se llegan a conocer, aunque sea por medio de esporádicos encuentros. El novato siempre resulta un simple conocido del que llama su gran amigo, el consagrado.

Esta tendencia a importar “moda” es un mal que no hemos querido admitir: es la desvalorización de nuestra creación, de nuestros conocimientos y de nuestra propia forma de ver al mundo, con la trágica consecuencia que resulta en mediocridad para el arte no valorado.

El egocentrismo queda bien retratado en Equisses cuando Gómez Carrillo habla del Naturalismo “muerto y enterrado”, introduciendo al tema con sus experiencias con Oscar Wilde que dice “Los artistas que no se creen más grandes que el resto del mundo, no producen nunca una obra maestra”. De ahí adivino el interés de artistas, incluso escritores de mi generación, que siguen esmerándose en crear obras elitistas, dedicadas a académicos especialistas (¿cuál si no la humillación al ciudadano común, es la intención de plagar obras literarias, por ejemplo, de frases en otros idiomas?).

Sin embargo, no los desvalorizo. Considero en la obras elitistas, una oportunidad al reto del pensamiento que, como consecuencia, será mejor digerido mientras menos sepamos del autor. Además, permiten legitimar pensamientos que entre el público vulgar seguirían siendo tabúes (“el vicio y la bondad se mezclan para formar la expresión de la sonrisa”).

Hay un sentimiento colonial, invasor, digamos, en quienes ostentan el valor de la narración en cuanto a su ego. La imposición de pensamientos, aunque no fuera una conducta consciente, y aunque afortunadamente exista el derecho a decir lo que queramos, como queramos, arroga a quien escribe, la posesión de la “verdad”. En ese caso, la tienen más fácil los literatos que pueden ficcionar sus ideas. Y más difícil, los antropólogos y académicos que no redactan con la finalidad de la estética sino de la información. Son colonos del conocimiento.

Al igual que cualquier antropólogo, Ricardo Falla puede pecar, aunque no esté escrito en las tablas de Moisés, de imponer visiones por el poder que le conjura ser el único que trata un tema, en el caso de Negreaba de Zopilotes (título bastante literario para una obra de estudio) sobre la masacre de San Francisco, en el norte de Huehuetenango. Es una obra importante, por supuesto, pues retrata la situación de vida, muerte y salvación terrenal de un pueblo sufrido, aunque no deja de imponer visiones típicas de quienes, no carentes de morbo, hacen turismo académico con los pueblos más sufridos, aunque sea con la buena intención de preservar los hechos más trascendentales para la historia.

Antes de continuar, recuerdo las palabras del artista kaqchikel Lisandro Guarcax al referirse al estudio de las artes de esa etnia maya: necesitamos hacer un balance entre la historia que nos cuentan los abuelos y la información deducida por arqueólogos y antropólogos, para que con el conjunto podamos comprender integralmente nuestra identidad.

Primero, el patrimonio histórico de los pueblos guatemaltecos está contenido, principalmente, en la oralidad. El trabajo académico ha tenido siempre grandes barreras pues los estudiosos suelen ser foráneos, dificultando un recurso fundamental como lo es el conocimiento del idioma local. El idioma es el caudal de la cultura, por lo que difícilmente pueda un antropólogo estudiar con efectividad la realidad de personas con quienes no se entiende. Pero como el mismo Guarcax admite, el trabajo académico no debe ser ignorado.

Paradójicamente, en el caso de estudio histórico de determinado pueblo indígena por parte de académicos “de visita”, tendrá por fuerza que ser estudiado, a su vez con ojo antropológico, para poder acceder a un imaginario más amplio que permita crecer en vez de confundir al sujeto con la información planteada.

En el caso de Negreaba de Zopilotes vale entender, de antemano, que el autor no habla el idioma chuj propio de la aldea masacrada, por lo que la comunicación con testigos sobrevivientes siempre dependerá de su propia interpretación, de su propia construcción de ideas derivadas de algunas palabras comprendidas. Tal construcción, en el caso de Falla, tiene implícitos algunos sesgos, como el de la religión (sabiendo que es sacerdote jesuita), el racismo y desvalorización indígena propios de las generaciones recientes, muchas veces por culpa de la misma falta de comprensión del idioma (reconozco un llegue de racismo en el sólo hecho de que un estudioso se arrogue la capacidad de determinar verdades sobre comunidades ajenas), y la ideología siempre “izquierdeada” de quienes estudian los enormes abusos cometidos por el ejército de Guatemala.

Teniendo clara tal visión crítica del autor, uno puede valorar la importancia, cierta, que hay un registro histórico que, de no ser de esta forma, nunca trascendería para ayudarnos a tener más aristas para comprender nuestra historia en común.

Lo historia de la población masacrada en la Finca San Fancisco (relacionada a San Mateo Ixtatán y a Nentón, en Huehuetenango) arroja una serie de problemáticas que, personalmente, devoran ciertas masas de inocencia en mi ser. Al acceder al estudio de un caso –los franciscanos- desde el aspecto histórico (al menos con los elementos que la mano occidental ha registrado, o los escasos datos conservados por el Estado –muy ausente, claro-) rápidamente se encuentran algunos conceptos, como el derecho a la tierra (y la pertenencia ancestral), los desplazamientos históricos, las relaciones laborales, la gestión comunitaria, la guerra y la cooperación internacional. “Negreaba de Zopilotes”, como título, rescata lo dicho por un testigo que llegó a San Francisco pocos días después de que casi cuatrocientas personas (sólo sobrevivieron unos quince de toda la comunidad) fueron brutalmente asesinadas por el ejército. El estudio está basado en el testimonio de un puñado de testigos, leyes, documentación de ong´s y del Registro de la Propiedad. Desde el inicio, plantea la pregunta de si ¿se acabó San Francisco? Ya en las conclusiones intenta una doble respuesta: se acabó, porque la aldea fue arrasada y sobrevivió menos del cinco por ciento de la población, pero está viva porque hubo sobrevivientes que la contaron, gracias a los cuales ya existe en, al menos, un libro histórico.

Falla, al adentrar en el tema del resarcimiento o reparación de las víctimas, hace meditar sobre la integralidad que este proceso debiera significar (resarcimiento colectivo, psicosocial y material), pero también deja evidencia, aunque no profundice al respecto, de que la misma población va experimentando sus propios procesos de reconciliación de manera más efectiva que por medio del Estado o de ong´s.

La de San Francisco fue una de las peores masacres, ocurrió en 1982 y formó parte de la primera demanda entablada contra Efraín Ríos Montt. A pesar de su magnitud genocida sigue siendo un hecho desapercibido en la historia nacional, cuando todas las desgracias de su tipo debiera formar parte de nuestra consciencia, tanto porque los efectos de la violencia de guerra nos siguen afectando a todos, como para que no se repitan.

Tanto con Negreaba de Zopilotes como con Esquisses aportan el día de hoy a la historia guatemalteca, duramente. Enrique Gómez Carrillo, una de las letras guatemaltecas más ensalzadas, y Ricardo Falla, antropólogo comprometido, me permitieron terminar el 2011 y empezar este, con una parte de mí devorada entre las fauces de la historia.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Acusás de racista a Falla por no hablar Chuj y por hacer trabajo de campo en un área donde se habla ese idioma, y además lo llamás "turista"??? Te cuento que él ha vivido en varias comunidades indígenas en el occidente de Guatemala y habla quiché. Es posible que se haya ido de Guatemala porque su vida corre peligro con la llegada de los militares al poder. Sos vos otra expresión de eso? Me parece sospechoso que vengás ahora a criticar su trabajo y a él como persona.
Descalificás su trabajo porque él es jesuita y por, según vos, ser izquierdista??? Te cuento que su libro "masacres de la selva" es una de las evidencias testimoniales que la fiscalía ha presentado ante la audiencia nacional de España, en el proceso penal que se lleva en contra del ex jefe de estado Ríos Montt. Él mismo ha declarado como testigo ante el juez en Guatemala en los procesos que se llevan en contra de militares por el delito de genocidio. Es eso lo que te motiva a escribir críticas sin fundamento hacia Falla?

Una de dos, o vos sos hijo de chafa y tu conciencia no te deja en paz por las barbaridades seguramente cometió tu padre, o simplemente sos una persona llena de prejuicios.

En todo caso, si sos chafa, o hijo de como parece ser, no creás que ustedes ya se salieron con la suya y que las atrocidades que le hicieron a este país las olvidaremos fácilmente.

puchica dijo...

Hijo de Chafa!!! ufale! prefiero que me digan hijo de puta! y ojalá los militares asesinos se pudran en el bote. Los antropólogos, aunque me interese su trabajo, no dejan de ser arrogantes. Además, he escuchado a don Ricardo, en público, imitar burlonamente el mal castellano de sus testigos, típica muestra de racismo (como el de la iglesia imponiendo creencias y aniquilando el pensamiento original). Se que ha arriesgado su vida por acompañar y defender a los indígenas. Se que Masacres en la Selva representa una visión de la historia que todos debiéramos conocer y respeto el valor que ha tenido Falla y su aporte al país (por eso lo leo). No podemos pasarnos la vida mamando huevos por razones idealistas, debemos aprender a ser fríos para encarar nuestra historia y esta debiera empezar a ser escrita por sus actores, así como reconocida la capacidad popular para asumir sus problemas. Un gran clavo en Guatemala es que siempre ha venido gente a decir a los pueblos quienes son y cómo se deben hacer las cosas, sin realmente comprenderlos.

Unknown dijo...

Lo que sucede es que Guatemala esta tan polarizada que hacer la mas minima critica contra la izquierda ya te vuelve hijo de chafa. Estoy segura que el autor de este artículo es mas comunistoide que facista, ningun derechista terminaría de leer un libro de Falla, primero se muere y le da un ataque al corazón. Lo que es bueno es discutir y no matarnos a vergazos por las opiniones. Toda opinión es buena.

Anónimo dijo...

Es que lo que hace el autor de esta nota no es crítica al trabajo del sacerdote Falla, sino descalifica a la persona por ser antropólogo, por ser cura, por no ser chuj, por ser izquierdista. Le culpa de lo que la Iglesia ha hecho! Acerca de su trabajo no se atreve a decir algo concreto.

Respecto a lo otro, no hay duda que esta es una sociedad racista, y seguramente Falla saca a relucir eso en algún momento, (y quién no, hace poco alguien me mostró un vídeo en donde Lucía Escobar decía que los indígenas de Panajachel solo saben cultivar verduras, lo que también es una afirmación racista y prejuiciosa. Afirmarías vos entonces que Lucía Escobar es racista también?) como vos lo indicas, pero eso no debería ser motivo para descalificar su trabajo antropológico.
Estoy de acuerdo con vos con que sean los protagonistas mismos los que cuenten su historia, y de hecho hay documentos elaborados por indígenas testigos presenciales de las barbaries del ejército como por ejemplo Victor Montejo. Él es indígena qanjobal, creo, y su relato vivencial coicide con los testimonios recogidos por Falla. Ambos escribieron sus respectivas obras en el mismo periodo y es probable que no se hayan conocido sino hasta después de la guerra.
Yo no sé porque decís que no debemos mamarle los huevos a quienes nos dicen quienes somos. Esa aseveración no solo es ofensiva sino carece de sustento, puesto que sugerís que Falla fué al monte a sugerirle a los indígenas que el ejército los estaba masacrando, cuando la evidencia material muestra que no fué un alucine de Falla, sino que en verdad hubo una cacería de indios en país perpetrada por el ejército de Guatemala!
Salvo escasos casos, la historia reciente de este país ha sido relatada por sus protagonistas, y Falla ha sido uno de ellos, no solo porque vivió en las comunidades que el ejército atacó, sino porque documentó los relatos de los testigos que de otro modo jamás hubiesen sido escuchados.

No me extrañaría que en tu próxima respuesta me vayas a recomendar bibliografía de Carlos Sabino o de Mario Mérida como fuentes fidedignas de consulta. Y yo te sigo diciendo que no creas que porque pusieron a un monigote en la presidencia ya se salieron con la suya. Esto va para largo, amigo.

Anónimo dijo...

Tiembla de miedo mi corazón y cuerpo, cada vez que los medios hacen sonar la vos de Pérez. Ese mounstro genocida que matando a nuestros indígenas puedo conseguir un voto.

¡Guatemala Nunca Más!

Archivo