1/5/13

Eslabón perdido


Sumergido entre gotas de sudor deambulaba un luchador sin estripe, puro vago empedernido asqueado por la sociedad. Desde hacía muchísimos pasos que seguía y seguía, llevando a cuestas buenas dosis de dolor y un quintal de sueños utópicos. Esa mañana nada cabió, ni el hambre ni la burla al sistema. Simplemente ocurrió lo de siempre: Pasando frente a la tienda de doña Paula, logró percibir en sus dañadas narices el aroma de una infancia ajena, con frijolitos y agua de plátano. Ajena por la renuncia y por la renuncia ajena. No ha habido gota que le rebalse el vaso. No ha habido mosca en su boca mientras duerme. No ha habido violación en masa que no supere. Se detiene, pues los sentidos rebasan a la propia voluntad -arrogante voluntad, dice él- y como en stopmotion sus pies se despegan de la realidad y comienza a volar.
La música de fondo, ésta, no conforme con la argucia planetaria que condiciona la gravedad, resuena en las partes bajas y abandona la solidez dejando varadas las inteciones en un limbo abstracto, ajeno al porvenir.
Pero ahí continuaba, siempre con la vista atenta aunque no al frente. Cargaba también su propia culpa paranóica por no haber logrado romper el último eslabón, e irse al Cerro Quemado para habitar en una cueva.

1 comentario:

Unknown dijo...

Ojalá que no se vaya a una cueva porque seguro que tiene mucho que compartir al mundo de su utopía...

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