2/4/13

Sueños


Dormido, sentí una extraña sensación de encarcelamiento. Eran, más bien, mis dedos los que parecían amarrados, condicionando con su atadura a la libertad entera de mi ser.
A punto de sentir angustia me encontraba, cuando comprendí que yo mismo había deseado y enredado el pelámbre, y que mis dedos se habían adormilado de puro placer entre la maraña. Desperté y ahí estabas vos dormida, desnuda, roncando como gato y babeando como bebé.
Me moví lentamente para retirar mis manos sin despertarte. Observé tu cuerpo una vez más: las partes ocultas las imaginé en el recuerdo y disfruté de las historia que contaron tus estrías y cicatríces.
Me pusé café y medité sobre tu rechazo a medias. Me puse los calcetines y bajé a la vida.
Y al día siguiente, cuando te había logrado olvidar, la fortaleza de tus manos se me aferró al cuello y me regresó al sueño de mi aliento dentro de vos.

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