24/5/12

El origen del chele

Llorar es de hombres. Y está bien, aún cuando los motivos parezcan no merecerlo, aún cuando no haya motivos. El llanto, la sensación, estar vivo.  Llorar una vez, o dos. Quizás todos mis "yo" internos debieran llorar al menos durante una hora diaria.  Tal vez así se sentirían más vivos, cada uno de ellos, en cada uno de esos momentos en que no comprenden su razón.  Y si todos lloran al menos una vez al día, al menos una hora diaria, y gimen, y se revuelcan como niños hambrientos, tal vez se dan cuenta que están, juntos y vivos, y que hacen un equipo. Y si un equipo ha de ser patético, no lo será tanto como los individuos incapaces de reconocer a quien está a la par, o a quien está dentro.  Sin equipo no hay juego, no hay campeones. Así que está bien llorar, llorar es de hombres, y de mujeres.  Llorar todos juntos o cada quien a su turno sin esconderse, los coloca, me coloca con todos mis erráticos "yo" internos, en la cúspide del campeonato.  Soy más porque tengo mi equipo, de llorones, listo para recibir la medalla de lágrimas doradas y plantarla al sol.
Ya el sol se encargará de convertir las lágrimas en asquerosos cheles. Asquerosos sí, pero esta vez adornarán una sola cara: esta, que no llora por vos ni por mí.

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