18/3/12

El temible futuro de la crisis está aquí (pero no llegó para quedarse)

¿Cuántas veces se escucha la palabra “crisis” durante una semana? Incontables, no por casualidad sino porque vivimos en tiempos difíciles: que la crisis ambiental, que la crisis social, que la crisis económica…

Evidentemente algo está pasando en el planeta y la preocupación al respecto ha ido generando movimientos académicos, sociales y políticos que estudian, analizan y accionan en diferentes lugares del mundo, bajo percepciones ideológicas y morales que, por sus diferencias con lo “convencional”, no siempre se pueden comprender a la primera.
Por ejemplo, cuando me hablaron por primera vez de las UDIS (Unidades de Intercambio Solidario), quedé pasmado. ¿Cómo así que se puede crear una moneda alternativa, legal y definida en función del bienestar comunitario, y además ¡en Centroamérica!?
Sí. En Honduras existen desde hace años estos “vales comunitarios” emitidos por la Red COMAL, una comercializadora comunitaria alternativa que asocia a diferentes organizaciones y empresas sociales de pequeños productores. Impulsan procesos de formación, producción agroindustrial y comercialización, bajo parámetros de sostenibilidad, calidez y armonía con la naturaleza, basados en principios de justicia, equidad, solidaridad y respeto a ser humano.
Miguel Macías, representante de Red COMAL en la Empresa Centroamericana de la Economía Social y Solidaria para el Desarrollo Integral AQ´AB´AL, me comenta que el optimismo hacia el futuro se fundamenta en las miles de personas que se han tomado el tiempo de estudiar y actuar, sin pánico, para replantear los modelos económicos, políticos y sociales que están en crisis. “Hemos evidenciado el problema de liquidez en las economías locales así como la existencia de intereses que resultan endeudando siempre a un pueblo, y algo muy grave: la fuga de capital local”. Esos aspectos son los ejes principales para la funcionalidad de las UDIS, que en algunas comunidades se han extendido, incluso, dentro del comercio convencional. “Es necesario fomentar la economía local incentivando el consumo de productos locales y garantizando que el poder adquisitivo se quede en la misma comunidad”.

Otras formas de resolver
La situación alimentaria de muchas poblaciones centroamericanas es alarmante y su problemática tiene causas sumamente complejas, y aunque muchas de la soluciones son evidentes, frecuentemente es igual de complejo llevarlas a la realidad. Red COMAL, con sus programas Tienda Centroamericana, Hortaliza Orgánica y Panela Granulada EcoComal, genera una ejemplar labor en Honduras. En Guatemala hay muchos proyectos enfocados en la producción alimentaria de beneficio comunitario y uno sobresaliente es la Cooperativa Cuatro Pinos, de Santiago Sacatepéquez, que después de 30 años de trabajo es reconocida a nivel nacional e internacional por sus logros en el mejoramiento de la calidad de vida de sus productores y colaboradores. Su membresía actualmente alcanza los 560 asociados-propietarios, todos maya-kaqchikeles, y 4,200 productores organizados en más de 120 grupos distribuidos en 14 departamentos del país. Cuenta con 1,200 empleados de los cuales el 90% son mujeres, dando así una idea clara de la generación de ingresos y empleo directo como una acción exitosa en la búsqueda de mejores estándares de vida para los guatemaltecos.

Economía y cultura
De Cuatro Pinos ya tenía yo conocimiento. Cubriendo una actividad relacionada al corredor económico-cultural que promueve la iniciativa Pacto por la Vida en todo el istmo centroamericano, había conocido muchos detalles del funcionamiento y valores de la cooperativa, fundada en 1979. Sin embargo, el comercio justo y la economía solidaria tienen muchas otras formas de expresión en la actualidad, y en la ciudad de Quetzaltenango hay varias muestras de ello.
Muy acertadamente, he podido encontrar a Willy Barreno y Ana Noorani de DESGUA, una organización de base que opera por medio de una red de grupos comunitarios en Guatemala y Estados Unidos, buscando contribuir al desarrollo sostenible del país. Estuvimos en Café RED, un espacio físico mediante el cual DESGUA promueve productos locales de alta calidad a través de un restaurante, una escuela de cocina y la Despensa de Comercio Justo, dando cabida también a una serie de actividades culturales que resultan cumpliendo el papel de intermediarias entre la conciencia social y el público en general.
Sin embargo, ésta no es la forma más recurrente en que la cultura puede ser parte de la economía solidaria.

Artesanía
Un gran segmento del comercio justo en Guatemala está en el área artesanal.
La riqueza cultural de los pueblos tiene un gran exponente en sus artesanías, con notorias particularidades estéticas y gran carga de identidad representada por simbolismos que registran historia, creencias, mitos y más. Con esto está de acuerdo Héctor Ponce, diseñador industrial con amplia experiencia en dicho sector. Agrega que “en los últimos años se ha generado un renacimiento del sector artesanal en Guatemala. Esto se ha logrado por medio de cooperativas así como del trabajo conjunto entre instituciones privadas, gubernamentales y apoyos internacionales. Como resultado se pueden observar una gran cantidad de nuevos productos para el mercado nacional y extranjero”.
Una iniciativa bastante ilustrativa es Innova, empresa social que desde finales de los años 80 comercializa productos artesanales de nueve organizaciones accionistas, y unas treinta más de toda la región occidental.
“Es una empresa líder dentro del sector artesanal. Durante varios años el trabajo de esta comercializadora se ha extendido; cuentan con una gran variedad de productos de excelente calidad y diseño”, concluye Ponce y nos despedimos.
Mi siguiente encuentro se da, entonces, con Santos Rosales, presidente de Innova, quien me recibe en la sede principal, ubicada en la zona 1 de Xela. “La empresa convencional busca la rentabilidad y las ganancias. En cambio ésta tiene como propósito fundamental la generación de empleo mientras las comunidades pueden continuar con sus actividades tradicionales, preservando su cultura y su propias formas artísticas”, afirma.

“Glocal”
Los valores de la economía solidaria la hacen bastante “glocalista”, como diría la politóloga Ana Braconnier. Se refiere al pensamiento global junto a la acción local. Generalmente, las teorías están basadas en la funcionalidad comunitaria como base social, aunque muchas comercializadoras tienen el carácter de exportadoras y manejan relaciones internacionales. Es decir, en un mercado tan amplio como es el mundo, existen nichos y posibilidades enormes para garantizar empleo a la humanidad, especialmente si se logra desinflar la economía a nivel local por medio de la protección del mercado comunitario y la sostenibilidad.
Por último, parece ser que ya no estamos esperando a que el cambio nos lo traigan de afuera. En una época de cambios positivos, vale la pena participar económicamente por medio de un consumo responsable, no compulsivo, y asumiendo prácticas solidarias en nuestras relaciones económicas cotidianas.
Porque el temible futuro de la crisis ya está aquí, pero no llegó para quedarse.

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