15/8/13

Sabor a lodo



Subí hasta una constelación que en vez de nombre usa un seudónimo abstracto y desprestigiado. Llegué a su estrella central -a su sol, digamos-, y en vez de calentarme me quemé. No quise leer las contraindicaciones ni las advertencias de mis aparatos de vuelo. Olvidé tomar la pastilla de la prudencia y la autoprotección para rendirme irresponsablemente ante las promesas poéticas de su nombre artístico. Y ¿qué me pasó? Que mi propulsor atómico se sobrecalentó sin prever las fatales consecuencias para mi alma. No quise ofrecer porque ni yo mismo creo en las ofertas; sólo fue la ingenuidad de alguien asfixiado por la sinceridad de la soledad, lo que me hizo creer que algo dulce podía acompañar mis días amargos. Pero es la amargura mi principal trampa, es la fosa que recibe en caída libre mis debilidades neuronales; es la trampa que amarra las correas de mis zapatos entre sí, para luego pincharme la nalga con el nopal que cultivé en el desierto de las imaginaciones, y no poder correr sin antes restregar la lengua en el suelo enlodado...

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