Cruzo una ves más las fronteras (para mi no existen, es cierto, no tengo pasaporte, identificación ni estatus migratorio alguno).
Pero sigo caminando en silencio, desapercibido. Viajo en mi propia cápsula del tiempo y el espacio. Cuando salgo de ella, simplemente estoy en un nuevo lugar.
Hoy, por suerte y excepción asombrosa, conozco quién me lleva: la libertad. Me lleva la ansiedad de compartir, de terminar con el egoismo que tiene a la humanidad en tal situación de desigualdad. No soy conocedor, más que de mi descolorida apariencia, pero con mi desalentador aspecto apagado, quieto, más bien muy quieto, más bien gris, me uno a la lucha de la libertad para el conocimeinto. Soy un libertario, sí, aunque viva preso en la ficción. Y son un expresor, aunque de mi boca no surja palabra alguna (aclaro, pues, que estas palabras nunca han sido ni serán orales); soy un libre expresor con un sueño claro: avanzar con mi ausencia de color para demostrar que el mundo estará mejor si se colorea, tal y como la humanidad lo encontró, con los colores que el egoísmo nos quitó.
Se que saldré nuevamente de mi cápsula, sé que saldré en un mundo distinto al de ayer. Ayer estuve aquí y allá- Hoy simplemente estaré aquí, vaya lugar de libertarios, vaya Liberia tica que, habrá tomado de donde sea su nombre, me conforma con su libertad. Me colé en un Libre Bus, me colé y no habrá quién me baje.
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