Radicalidades
El barrio La Ciénaga en la zona Dos debe ser deshabitado. No puede ser que la gente invierta su platita en un lugar donde cada año se inunda. Hay que proveer a familias y comerciantes un lugar seguro, planificado (no como Trigales y colonias circunvecinas, por supuesto), que resuelva con creces las demandas de sus habitantes. Y en toda esa área que año con año se inunda, hay que hacer un parque verde con una laguna en la que naden patos y gansos, donde se pueda pescar como deporte. El parque La Ciénaga debe tener senderos donde lo quetzaltecos puedan hacer deporte o simplemente pasear. Áreas de acampar y otras para hacer día de campo no debieran faltar. Eso si, que el agua que llene y circule por la laguna debe estar debidamente tratada y potabilizada, para que la gente pueda nadar.
Se puede canalizar todo el drenaje de la parte alta de Xela en el río Seco y a la altura del Chirriez montar una planta de tratamiento de aguas con cien veces su capacidad. La laguna sería como un gran depósito de agua para la ciudad, y en caso de temporales tendría gran capacidad de almacenaje y un correcto rebalse hacia una cuenca manejada con dragados y malecones que garanticen la efectiva evacuación del agua.
¿Ingenuidad?
No es ingenuidad la que me hace plantear ideas como la anterior. En un país con hambre y tanta desigualdad suena absurdo pedir que el gobierno reubique a una comunidad en un lugar donde su tipo de vid se vea superado con creces. Ya mucho sería que le den casa a quien no la tiene, aunque sea una tan poco digna como los albergues hechos de plástico (champas) que entregarán a los damnificados por Stan.
Imagínense, queridos lectores, que en las próximas elecciones viniera un gobierno como nunca ha existido en nuestro país, dispuesto a trabajar y a demostrar que la riqueza de Guatemala alcanza para realizar los sueños y mucho más, y su llegada nos agarrara en la mediocridad de pensamiento y conformismo que acostumbramos, por mejor que fuera seguiríamos hundidos. Es bueno, entonces, tener claros los sueños, incluso los más utópicos.
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